domingo, 2 de agosto de 2015

Mi amigo Cañadas

Amigo Cañadas:

Fue una alegría que me invitaras a dar unas palabras en tu boda.
Rellenaría hojas enumerando todos los hitos que he vivido contigo, pero prefiero quedarme con lo que hay detrás, ese amasijo de vivencias y recuerdos compartidos que permanecerán como rescoldos de un fuego por siempre vivo.

Para mí, hablar de ti supone pasar las páginas del libro de mi propia vida. Siempre hemos compartido unos pilares básicos sobre los cuales hemos construido nuestra amistad, yo diría que son el fútbol, la Semana Santa, las conversaciones de hombres y, sobre todo, un sentido del humor que abarca todo lo demás. Ahora que la década de los treinta nos ha enseñado que el tiempo no devuelve lo vivido, me alegro de haber invertido tanto contigo y de que hayas sido el amigo del primer tercio de mi vida.

Aunque siempre fuimos amigos, no fue hasta los 13 o 14 años cuando nos convertirnos en mejores amigos. Después de un partido cualquiera en San Felipe, me invitaste a tu casa a jugar a la Play y desde ese momento empezamos a compartir: fuimos juntos a Inglaterra con 17 años, a muchas excursiones, a Olimpiadas, a partidos de fútbol, a Alemania para ver el Mundial, a Viena para ver la Eurocopa y, por última vez, antes de que conocieras a Maite, fuimos a Estados Unidos a aprender inglés. 

En este momento de inflexión en tu vida rebusco entre las páginas de ese libro y encuentro infinidad de episodios compartidos de los más sencillos. Te veo bajando las escaleras del primer piso; a las limpiadoras que pasaban por tu casa mientras te esperaba para ir a algún sitio del centro de Cádiz juntos; veo una habitación junto a la calle Cobos completa de niños viendo el partido de Copa de Europa mientras esperaban el paso del Ecce Homo; nos veo en otros países, Inglaterra, Estados Unidos o Austria. Y, aunque no te viera, te escuché al otro lado del teléfono tantas y tantas veces especialmente en la etapa de la Universidad. 

Es preciso que haga un paréntesis para agradecer de manera especial a tu familia ciertos aspectos que cabe mencionar:
En primer lugar, la educación basada en el trabajo, sacrificio y generosidad que cultivaron en ti y que te convirtieron, no solo en mi mejor amigo, sino también en el de otros muchos.
En segundo lugar, su abnegación e implicación en todo lo concerniente a tus amigos. Tantas veces que se prestaron a llevarnos en coche a tantos pueblos de Cádiz, a tantos aeropuertos, a tu casa de Chiclana o a donde hubiera que prestarse.
Y por último, a que estuvieron siempre echando una mano cuando nuestros entrenadores o monitores no se bastaban. Me gustaría recordar especialmente aquel partido en Madrid, con apenas 16 años, cuando nos eliminaron en cuartos -o semifinales- después de una agua nieve terrible, un campo encharcado y unos niños con signos de hipotermia incluso. Sin embargo, nada más terminar el partido, allí estaban tus padres para repartir en los vestuarios tazas de sopa para que todos nosotros volviéramos a entrar en calor.
Esa abnegación, generosidad y sacrificio no solo te han servido a ti para ser quien eres, sino también a todos los que pasamos por tu lado para aprender valores que nos hicieron mejores personas.

Y volviendo a ti, Cañadas, nuestros caminos se separaron física y temporalmente después de nuestro último viaje a Estados Unidos en 2010. Desde entonces, has ido forjando un camino que ahora culminas. Aparte de amigo, has sido bondad y ayuda y me has dado buenos consejos a lo largo de la etapa más rocosa de la vida, y al fin y al cabo, hemos compartido toda la adolescencia juntos. Fuiste siempre tan elegante en tu generosidad que he tardado muchos años en sentirla en su plenitud. 

Y estos días, viéndote con tu mujer, me he alegrado de ver que mi amigo es un hombre sereno, formado en sentimientos y cultura, un hombre respetable y que respeta y que sigue mejorando a quienes están con él.
Te deseo todo lo mejor junto a Maite y un exitoso porvenir en común. Espero seguir siendo tu amigo mucho tiempo y devolverte, en todo lo que pueda, la enseñanza y generosidad que hasta el día de hoy me has dado.

Un fuerte abrazo, amigo, de corazón.

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