domingo, 24 de abril de 2011

Teófila

Sentado en una cafetería escuchaba a un matrimonio que rondaba los 50 pasar durante media hora las páginas de un libro que trataba de Cádiz, de la resurrección de una ciudad a la deriva, protagonizado por Teófila Martínez. Decían ellos que vivieron su juventud en una ciudad que parecía un cementerio de casas, que emanaba depresión y cuyo casco histórico se había quedado huero y sin ambiente. Hablaban de que muchas familias se mudaron fuera de la ciudad, a Vistahermosa o a Roche y que el campo era, los fines de semana, la vía de escape para aquellos que detestaban ver cómo la Calle Ancha se empantanaba de chándales y zapatillas mientras el comercio y la hostelería se pudrían ante una población marchita y entretenida con la droga en cada vez más barrios marginales. Y una tras otra iban detallando todas las carencias del Cádiz de un Carlos Díaz cuya única virtud era la honestidad. Se necesitaba a alguien que sacara todos los trastos de la habitación y metiera nuevos utensilios, en orden, uno detrás de otro. Cádiz suplicaba una limpieza a fondo; peinar el cabello a una ciudad estropeada, arrugada, pero bella en el fondo y con una seducción que era necesaria revivir.

Y poco a poco se fueron desenterrando barrios como Puntales, el Pópulo, Santa María; se inventaron otros, como Astilleros, junto a un Centro Comercial (Corte Inglés) que antes solo se alcanzaba a golpe de pedal en el coche; se levantaron pabellones cubiertos; se hicieron cines, tiendas y resurgió la hostelería; pero, sobre todo, se puso fin al nauseabundo contraste entre el Cádiz de la Avenida y el de la la Paz, las vía del tren actuando como Muro de Berlín y el PSOE estorbando con excusas una obra que buscaba la prosperidad con un soterramiento que permitiría a la clase baja convivir con el resto de la ciudad y que desembocaría en una amplia clase media incipiente. A pesar de la evidencia, sigue habiendo gente que, adoctrinada por las siglas de un partido gris y anacrónico, es incapaz de levantarse en pleno y ovacionar a una señora que ha enseñado al gaditano que el trabajo y la perseverancia mueven montañas y que ha descorrido las cortinas de esta casa para que entre la luz.

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