jueves, 14 de octubre de 2010

El abucheo

http://www.elpueblodeceuta.es/201010178201.htm

El martes pasado, cuando Zapatero fue abucheado en el desfile de las Fuerzas Armadas, sentí compasión por él. Y quise saber por qué. No podría contar nada que me haya satisfecho en sus seis años de gobierno. De los políticos de su corte sólo considero válido a Rubalcaba, pero tampoco me atrevería a poner la mano en el fuego por su honestidad, no vaya a ser que me achicharre o que me azote alguno de los guardia civiles a los que tiene verde. Es más, si hubiera estado allí, creo que habría hecho lo mismo que hizo el público que acudió a la parada militar y que hicieron los delegados sindicales en sus macroreuniones previas a la huelga: habría pedido la dimisión de ZP, aunque por razones bien distintas a las de los sindicatos. Sin embargo, por muy irreverente que resulte, Zapatero es el presidente de nuestro país, aunque el presidente de un país sea un patricida; ZP es nuestro representante en el exterior, aunque en el exterior sólo lo mencionen en Venezuela; y ZP es la persona que el pueblo quiso que gobernara como fruto último de democracia. Los americanos, afamados por su patriotismo, también están fuertemente repartidos entre liberales y conservadores (aunque aquí en España los liberales sean los de la derecha y viceversa). Pero, a diferencia de otros países, en EEUU, una vez se vota a una de las dos opciones, el pueblo vela armas por el presidente electo y no acepta críticas foráneas, porque, antes que un zocato, un presidente pone cara a un país y eso conlleva muchas connotaciones. De este modo, para un patriota no supone ningún agrado ver el rostro desencajado de quien se supone pone cara a tu país y a quien vituperan desde dentro y fuera por sus pifias periódicas. ZP, que pretendía bailar sobre la cuerda del talante, ha acabado por disgustar a todos.Pretendió ser un profesor benévolo, que quería condescender a todos sus alumnos, acentuando sus buenos gestos con los más díscolos y no premiando a los que más méritos reunían. Al final, la clase, tras años de inopia y maduración, se ha dado cuenta de que con un profesor bonachón no se supera la selectividad y exigen a gritos que venga otro que les gobierne.

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